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La rídicula idea de no volver a verte

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Cuando una persona muere, el presente se parte por la mitad y te deja atisbar por un instante la grieta de lo verdadero: monumental, ardiente e impasible.
Nunca se siente uno tan auténtico como bordeando esas fronteras biológicas: tienes una clara conciencia de estar viviendo algo muy grande.
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En el libro La ridícula idea de no volver a verte» de Rosa Montero, la escritora hace alusión a la experiencia de Iñaki Gabilondo. El periodista le dijo en una entrevista que la muerte de su primera esposa, que falleció muy joven y de cáncer, había sido muy dura, si, pero también lo más trascedental que le había ocurrido.
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Sus palabras impresionaron a la autora del libro, de hecho según relata … «las recuerdo aún, entonces creí comprender lo que quería decir pero después de experimentarlo lo he entendido mejor. No todo es horrible en la muerte, aunque parezca mentira (me asombro al escucharme decir esto).
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Esta joya de libro sigue buceando en el sufrimiento y el duelo …

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La rídicula idea de no volver a verte
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«El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte, eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la #palabra.


Es probable que reconozcas lo que te digo, quizás lo hayas experimentado, porque el sufrimiento es algo muy común en todas las vidas (igual que la alegría). Hablo de ese dolor que es tan grande que ni siquiera parece que te nace de dentro, sino que es como si hubieras sido sepultada por un ataud. Y así estás. Tan enterrada bajo esas pedregosas toneladas de pena que no puedes ni hablar. Estás segura que nadie va a oirte. Ahora que lo pienso en esto es muy parecido a la locura.»

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Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina.
El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante.
Es ser un astronauta flotando a la deriva en la vastedad negra y vacía del espacio exterior. De ese tamaño de soledad estoy hablando.
la vida es tan tenaz, tan bella, tan poderosa, que incluso desde los primeros momentos de la pena te permite gozar de instantes de alegría: el deleite de una tarde hermosa, una risa, una música, la complicidad con un amigo. Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza.

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El verdadero dolor es una ballena demasiado grande para poder ser arponeada.
Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable.

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Ya se sabe que sufrir de mal de amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido, pero tú te sientes morir.

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La infancia nos forja y lo que somos hoy hunde sus raíces en el pasado.

«Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia.»

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La memoria es traidora, débil, mentirosa. Sobre todo la memoria visual, que se desintegra como una tela podrida a poco que la uses.
cuando se te muere alguien con quien has convivido mucho tiempo, no sólo te quedas tú tocado de manera indeleble, sino que también el mundo entero queda teñido, manchado, marcado por un mapa de lugares y costumbres que sirven de disparadero para la evocación, a menudo con resultados tan devastadores como el estallido de una bomba.

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La Muerte juega con nosotros al escondite inglés, ese juego en el que un niño cuenta de cara a la pared y los otros intentan llegar a tocar el muro sin que el niño les vea mientras se mueven. Pues bien, con la Muerte es lo mismo. Entramos, salimos, amamos, odiamos, trabajamos, dormimos; o sea, nos pasamos la vida contando como el chico del juego, entretenidos o aturdidos, sin pensar en que nuestra existencia tiene un fin.
Algunos biógrafos parecen sorprenderse de que el diario tenga la forma de una carta dirigida a Pierre, como si Marie estuviera hablando con él,
El cerebro es así. Teje la realidad, construye el mundo.
Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día

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La creatividad es justamente esto: un intento alquímico de transmutar el sufrimiento en belleza.
la literatura nos hace formar parte del todo y, en el todo, el dolor individual parece que duele un poco menos.

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Porque muy dentro de mí estamos todos.
Pero cómo, ¿el mundo sigue igual sin él? Tu cabeza lo entiende, pero tu corazón se queda atónito.
la pena es pura y sagrada, y hasta en la muerte puede haber belleza, si sabemos vivirla.
Una belleza trémula, como una vieja mariposa batiendo lentamente unas alas que se deshacen.

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La rídicula idea de no volver a verte

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Diario de Marie Curie

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Querido Pierre, a quien ya no volveré a ver aquí, quiero hablarte en el silencio de este laboratorio, donde no imaginaba tener que vivir sin ti. Y quiero empezar acordándome de los últimos días que vivimos juntos.
Me senté junto a ti y me tumbé, atravesada sobre tu cuerpo. Estábamos bien, yo sentía cierto remordimiento por si estabas cansado, pero te notaba feliz.
me hacía feliz sentir que allí, a tu lado, bajo aquel sol hermoso y frente a aquellas vistas divinas del valle, no me faltaba nada.
para nosotros se trataba de transmitir a los niños un gran amor por la naturaleza, por la vida, y al mismo tiempo la curiosidad por conocerla.
Y justo entonces te fuiste; la última frase que te dirigí no fue una frase de amor y de ternura.
Necesitaría una memoria de pintor o de escultor para tenerte siempre visible a mis ojos y que tu querida imagen no se borre jamás y me acompañe fielmente.
Te dije que te amaba y que te había amado siempre con todo mi corazón.
tengo sobre todo este sentimiento obsesivo de desamparo, con momentos de angustia, y también una inquietud, y a veces la idea ridícula de que todo esto es una ilusión y que vas a volver. ¿No tuve ayer, al oír cerrarse la puerta, la idea absurda de que eras tú?
¿Y dónde encontraré yo un alma si la mía se ha ido contigo?
No entiendo que a partir de ahora deba vivir sin verte, sin sonreír al dulce compañero de mi vida, a mi amigo tan tierno y devoto.
Hace un año. Vivo para sus niñas, para su padre anciano. El dolor es sordo, pero sigue vivo. La carga pesa sobre mis hombros. ¿Cuán dulce sería dormir y no despertar más? ¡Qué jóvenes son mis pobres cariñitos! ¡Qué cansada me siento! ¿Tendré todavía el coraje de escribir?

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Las crisis angustiosas >>>

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