La palabra felicidad ha sido deformada. Frases como que «siempre hay que estar bien a pesar de todo, o reír todo el tiempo, o incluso negar el dolor y la tristeza» se apoderan de las redes sociales y se reproducen a pasos agigantados.
Debemos recordar que no puede existir la felicidad si no entendemos qué es el dolor, algo de lo cual nadie puede escapar.
«Todos vamos a sentir miedo, enojo, mal humor, celos o emociones que podríamos considerar mezquinas. Sin embargo, nuestra exquisita gama de emociones es lo que enriquece la personalidad, también nos permite madurar psicológicamente».
Para disfrutar de la felicidad es necesario tener la capacidad de sentir una amplia gama de experiencias, aunque estas impliquen dolores y sufrimientos. «Todos tenemos un cierto grado de celos, envidia, enojo, etcétera. Es inevitable. Lo importante es darse cuenta y vivir estas emociones sin negarlas. Así las puedo trabajar y atenuar con mis otros pensamientos más generosos».
Cuando las personas son capaces de reconocer estos sentimientos más negativos, explica el psicoanalista, logran identificarlos y entender a otros en su dolor, lo que enriquece las relaciones interpersonales.
Lo importante es admitir la realidad que nos ha tocado vivir, la vida suele estar llena de dificultades, problemas y sinsabores con los que hay que contar, y cuando éstos se abordan de un modo decidido y con energía, no suelen ser tan difíciles de superar como puede parecer en un primer momento. La solución reside en cambiar lo cambiable, aceptar lo que no se puede cambiar y saber distinguir lo uno de lo otro.