Quien sigue los sencillos pasos que conducen de la relajación física a la
mejor respiración, y después a una forma de amor más sensual que puramente sexual, conoce la grandiosidad de Dios en su ser y en su vida. ¿Por qué esto es así? Sencillamente, porque lo único que hoy te impide conectar con el Todo creador y recreador que está por todas partes a tu alrededor es estar cerrado a Él/Ella/Ello, al Dios de toda la humanidad, que es masculino, femenino y neutro como espacio donde se desarrolla, o donde se dramatiza la vida.
Buda (Sidharta Gautama), Cristo, Mahoma, Krishna, etc.: todos estos personajes maravillosos de la historia humana y divina expusieron que Dios está en todo, y que un cierto avance espiritual está en ti, amigo lector, en cada cual, en todos y cada uno de nosotros, en todas las personas, esto es, en tu propio interior (hallar la paz interior; el reino de los cielos está en ti; matar al infiel o a lo atrasado interno de cada cual, para crecer siempre hacia lo mejor de ti mismo, ésta es la verdadera Guerra Santa del Corán). Porque, en todas las religiones y creencias, desde la hinduista y sus diversas interpretaciones, pasando por la judía o la budista o la cristiana o la mahometana, se encuentra Dios en partes, como si hubiera querido manifestarse de formas diversas según cada territorio o zona del mundo. …
Reuniendo lo mejor de toda religión existente sobre la faz del mundo (lo más inspirado de cada una de las mismas), encontramos la verdad de que Dios existe y, sobre todo, de que es perfectamente experimentable por quien esté dispuesto a esforzarse en dar un paso adelante en su evolución personal.
Flexibilizar o relajar al máximo el cuerpo, aprender a relajarte respirando bien, saber meditar: estas tres acciones conducen a un abrir en ti una zona a través de la que Dios se te hará real. Vale la pena intentar integrar esas acciones en tu existencia cotidiana, las cuales, además, lejos de alejarte de tus tareas cotidianas, te comprometerán aún más con las mismas, pero, esta vez, con
placer; pero, en esta ocasión, con regocijo por vivir, sólo y simplemente por el hecho de estar vivo en un contexto que en realidad es todo Él/Ella/Ello, Dios, el Todo.
No es lo mismo vivir sufriendo por negar en tu interior la realidad de un Dios que dé lógica y sentido a tu existencia, que ser, amar y trabajar sabiendo que tú lo experimentas en ti. Es vital, crucial, urgente, aprender a dar un paso más en tu evolución personal y
percibir así a Dios. Nosotros desvelamos también así lo que siempre escondieron las iniciaciones sagradas, y lo hacemos de un modo que creemos moderno y asequible para todos.
Lo hacemos porque creemos que las iniciaciones han de ser
universalizadas de un modo que sea atractivo para las personas de todas partes; ésas han de ser, incluso, simplificadas, adecuadas de tal modo que puedan ser entendidas por cada ciudadano, por cada persona de este mundo.
Sólo así pasaremos paulatinamente a otro estadio evolutivo de la humanidad.
Es éste el triste tiempo de la guerra en la nueva era de la informática,
tratándose, además, de una guerra que puede prolongarse décadas y que podría desencadenar matanzas innombrables. Y, todo, en nombre de Dios. Pero estamos equivocándonos todos, porque Dios es paz, en efecto. Dios no puede estar del lado de ninguna de las partes que se enfrentan en una guerra. La guerra es un atavismo humano, algo que proviene y que se mantiene a partir de lo más animalesco y antiguo de nuestra especie. Estamos aún muy lejos, por tanto, de vivir en un mundo de armonía sustentada en el amor universal que sólo puede producirse en la plenitud de un contexto de paz. El libre albedrío humano es lo que nos conduce a las guerras. El terrorismo internacional surge de los fallos que el mundo occidental ha cometido con respecto a los mundos no desarrollados. Ésta es la verdad. Estamos inmersos en un mundo adelantado que avanza, es cierto, pero a costa de los pueblos atrasados, de las culturas diferentes, del ecologismo apenas nunca tenido en cuenta.
Sólo cuando el avance del mundo sea totalmente global -de todos a la vez hacia un mundo unido-, podrá lograrse la paz de verdad. No una paz aparente, que apoya guerras aquí o allá, injusticias históricas como las que padece el pueblo palestino, y también el pueblo judío, dictaduras, empobrecimiento de campesinos, etcétera. Un gran acto de amor hacia Dios y la vida hubiera sido, en lo ideal, haber entendido la tragedia inmensa del 11 de septiembre de 2001 sobre las Torres Gemelas de Nuevas York y el Pentágono de Washington, como un aviso de una parte de la humanidad hacia la parte más acomodada y rica. Un aviso que, aparte de desatar la guerra inevitable por lo horrible del acto, nos hiciera ver y comprender que la humanidad no puede seguir así. No podemos seguir avanzando por un lado,
mientras los demás se empobrecen, y sin explicar bien a la humanidad todo lo de bueno que, de verdad, conlleva potencialmente lo que es la globalización, una vez extendida por todas partes.
Y las Iniciaciones Sagradas tienen mucho que hacer, modernizándose, en lo referente a que la Paz llegue al mundo. Porque ellas permiten que la Paz llegue, primero, al ser humano.
Ricardo Daulah